Por qué razón no jugamos on-line


La loba esteparia de lo videolúdico

Elena Cortés comparte reflexiones personales y experiencias extrañas cerca de jugar acompañada.

A pesar de todo, poco tras hacer la adquisición le escribo a mi amiga: «Me he cogido de oferta el Borderlands 2…». Ella no duda en responderme con entusiasmo: «¡Se viene, se viene!». Y insisto, como siempre y en toda circunstancia, que mis amigas deben estar hasta el beato gorrísimo de mí: «Ya vamos a ver, que me prosigue dando vergüencica jugar online». Ella responde, con toda la razón: «Anda, calla, que vas a estar con nosotras».

Pero , por la parte interior, pienso lo que pienso siempre y cuando se presenta la ocasión de jugar en línea: «Buf, me escaparé». Ya ni os digo si además de esto supone retransmitirlo por Twitch. Me pongo en modo avestruz en dos segundos. Y en ocasiones me paro en seco y me pregunto: ¿Mas por qué razón me pasa esto?

Me agradaría redactar que soy una jugadora solitaria por resolución, que soy una loba esteparia de lo videolúdico. Mas no, a quién pretendo engañar; aunque es verdad que desde hace muchos años siempre y en toda circunstancia juego en solitario, sin acceder a abrir esa ventana que haría que compartiese mi partida con otras personas del otro lado de la pantalla.

Al menos, si charlamos de ventanas. Pues jamás me he cerrado a las experiencias compartidas en persona, si bien siempre y en toda circunstancia con mis reservas. En el artículo Return of the Obra Dinn: Jugar en común, Clara Doña introduce sus múltiples reflexiones hablando del encuentro colectivo frente a una misma consola y una misma pantalla, exponiendo que su entendimiento y acercamiento personal van ligados a las horas gozando de un título en compañía.

Siguiendo esta estela, tampoco puedo negar que muchos de mis recuerdos con los juegos van de la mano de experiencias compartidas. No habría gozado tanto de la primera entrega de Dead Space si no lo hubiese jugado a 4 manos, y las tardes y noches invadiendo las casas de mis amigas habrían tenido otro matiz muy, muy diferente si no hubiésemos alargado las horas gritándonos con Street Fighter, sudando con Just Dance o bien riéndonos con nuestros aspavientos al son de Beat Saber.

«(…) para mí jugar siempre y en toda circunstancia ha sido un acto primordialmente social y por consiguiente, los juegos también», concluye Clara Doña su artículo, y sus palabras se quedan danzando en mi psique por el hecho de que estoy completamente conforme con ella. No obstante, en el instante en el que ese acto social fue nutrido por la banda ancha y los chats de voz mi relación con estas experiencias fue mudando durante los años. Llegó un instante en el que, como adelantaba al comienzo de este artículo, asimismo empecé a rehusar probar juegos multijugador con mis amigas. Ya ni charlar de hacerlo con personas ignotas. ¿Por qué razón me fui volviendo tan reservada y fui aislando mis horas de juego a la amedrentad de mi habitación?

Obviamente al proponerme esta pregunta no partía de nuevas. En los últimos tiempos, y en parte alentado por la capacitación de espacios seguros para mujeres y personas no binarias en los juegos, me he habituado a oír comentarios afines por la parte de amigas y compañeras. Por esto decidí ampliar el interrogante y lancé la propuesta a otras jugadoras, invitándolas a que compartiesen experiencias (positivas y negativas) que habían vivido con juegos on-line. Lo que descubriréis ahora, seremos francas, no os sorprenderá.

«No tengo memoria sobre buenas experiencias en ese sentido, lo siento», me aclaraba una persona entrevistada no binaria que prefiere sostenerse en el anonimato, tal y como si tuviese que solicitar perdón por haber vivido situaciones desapacibles y no poder aportar una visión positiva. Cuando jugaba on-line, pese a estar acompañada de su pareja, recibía ataques y menosprecios. «Me trataban tal y como si no tuviese inteligencia alguna por considerarme de género femenino», agregaba.

Recibir ataques y también insultos cuando te piensan mujer tampoco es una cosa que coja desprevenida a ninguna. «Por eso matan mujeres de veras, por mujeres como tú». Esta es una de las perlitas extraídas de partidas reales que se pueden oír en el tráiler honesto de Valorant que Jose Quiles Moreno publicó hace unas semanas. Los insultos, las encorajinadas convidaciones a fregar y a hacer las labores del hogar y las concesiones sobre lo bien que lo ha hecho una jugadora pese a ser mujer conforman esta pieza esperpéntica que esperemos ni estuviese basada en partidas reales ni tuviese que existir para denunciar estas situaciones en uno de los juegos donde más acoso existe en nuestros días.

«Por eso matan mujeres de veras, por mujeres como tú».

Algo en lo que coincidieron todas y cada una de las personas entrevistadas —incluidas las que compartían experiencias positivas— fue en la evitación de todo chat de voz. «Jamás me uno a los chats de voz si no es con amigos por el hecho de que, cuando oyen tu voz, comienza el acoso a privados», explicaba María Martín, jugadora desde hace unos años de WoW, un juego donde se censuran palabras malsonantes y referencias a anatomía humana, como tits. María explicaba asimismo que si no juega con amigos es de forma directa asocial. «O, en el mejor caso, muda», aclaraba.

Un relato similar era el de Marta, quien aseveraba que los MMORPG siempre y en toda circunstancia han sido sus juegos preferidos mas cada vez juega menos por el acoso. «Cuando lo hago es con gente muy próxima a mí o bien ignorando al resto del planeta, tratándoles como NPCs, por el hecho de que paso ya de más historias», afirmaba.

El primer juego que probó fue Imperio, en el que conoció a otro jugador con el que estableció una amistad. Tras meses charlando y jugando juntos, le invitó a una party con otros amigos suyos y ahí Marta se percató de que algo había alterado. «Me llamaba que si niña, que si muñeca y me hizo sentir súper incómoda». La entrevistada, que venía de otras situaciones de hartazgo en Imperio por el hecho de que muchos usuarios se empeñaban en obsequiarle armaduras sin venir a cuento, decidió dejar el juego tras aquello.

En este punto de su relato recuerdo mis experiencias en WoW, donde tener avatar y nombre reconocidamente femenino provocaba instantes como que cualquier jugador que no te conocía de nada quisiese comerciar conmigo y, de súbito, me diese oro. Fue el primer MMORPG que probé y prácticamente el último al que he jugado de forma tan continuada. Pese a que la mayoría del tiempo estaba en contacto con gente próxima, recuerdo sobre todo 2 aspectos: el extremo cuidado que tenían en mi guild conmigo por el chat grupal y de qué manera por los canales privados volaban las fichas de hombres de treinta-cuarenta años cara una adolescente de dieciseis y los insultos de raid cuando algo no salía bien. Asimismo mis amigos insistiendo en «ayudarme» a levear y mandándolos al carajo.

«Esto es una cosa que pasa en estos círculos y que tiene mucho peligro: señores juntándose con niñas», agregaba Marta hablando de su experiencia. Algo con lo que está conforme Anna, que en CoD conoció con quince años a un jugador que, aparentemente, tenía diecinueve años. «Empezó a decirme que le parecía muy mal el trato que nos daban a las mujeres en los videojuegos», narraba. De ahí pasó a las indirectas sexuales, a solicitarle nudes sin reposo y a hacerse cuentas falsas para regresar a proseguir a Anna en redes sociales cuando lo bloqueaba.

«Y, además de eso, las propias de Vete a la cocina, Seguro que juega el novio, Ya hemos perdido por culpa tuya, etc», proseguía. Llamar «las típicas» a estas actitudes es una muestra más de de qué manera nos hemos debido acostumbrar al acoso y a las agresiones verbales en esta clase de juegos (y en otros tantos escenarios). Un razonamiento que enseguida acostumbra a aducirse cuando se denuncian esta clase de situaciones es el de que en todo juego multijugador existen insultos y chillidos, seas quien seas. Y no es una cosa que sea patraña, puesto que toda la que haya jugado on-line alguna vez, en especial a determinados títulos, se ha encontrado con la agresividad de los chats. No hace mucho Marina Amores compartía en Twitter un par de mensajes enfurecidos que seguían la estela de este argumento.

Por muy real que sea la toxicidad de las comunidades de juegos on-line y su afición por el insulto prácticamente automático, asimismo es real que muchas mujeres optan por ocultarse tras nicknames masculinos o bien no binarios para evitarse situaciones desapacibles como las que acabo de reflejar. ¿Conocéis ejemplos de hombres que deban esconder su género cuando juegan para no percibir acoso?

Sara Fuentes pasó por esa temporada de nombres de usuario masculinos si bien al final decidió dejar los juegos on-line. «Estaba harta de ese instante incómodo en el que no deseas charlar por el hecho de que piensas en una bandada de buitres cercándose sobre ti cuando abres la boca y se percatan de que eres una fémina», aportaba.

«Tuve que dejarlo cuando incorporaron el chat: insultos, pings excesivos, me añadían hombres solo para insultarme…», comentaba Julia Brando sobre su experiencia jugando a Vainglory, muy afín a la que vivió en Heroes of Storm, al que apenas jugó por el hecho de que el chat dejaba cualquier clase de acoso o bien insulto. «A día de el día de hoy no juego a nada on-line ya por el hecho de que me resulta imposible y desagradable», concluía.

¿Conocéis ejemplos de hombres que deban esconder su género cuando juegan para no percibir acoso?

Para Ana Casanova, la situación mejora poquito a poco, especialmente si tienes la fortuna de caer en un clan con entorno sano. Jugando a Destiny 1 y dos y sin clan, evitaba emplear el micrófono por el hecho de que había interiorizado la sensación de que eran menos tolerantes con ella si se enteraban de que era mujer. «Hay tíos que no hacen más que lastrar al equipo y no pasa nada, mas como cometas un fallo y sepan que eres mujer, es considerablemente más probable que te echen del conjunto o bien se marchen», asevera. Cuando entró en su clan actual lo hizo con «algo de miedo» y debió aclarar que era una mujer. Pese a ser una experiencia positiva para ella, no deja de tener su puntito de amargor por ese «tener que explicar» que eres una mujer tras haber vivido situaciones desapacibles como consecuencia.

No fue la única experiencia positiva, sino hubo 2 más (de decenas y decenas de contestaciones). Celia me aseguró que merced a los juegos on-line había conocido a bastantes personas que ahora eran sus amigas —aunque asimismo prefería jugar con el micrófono muteado— y otra mujer, que me solicitó continuar en el anonimato, me contó que jugar on-line provocó que se percate de que estaba en una relación de maltrato. Jugaban juntos a Ragnarok On-line y una tarde, mientras que jugaban con el resto de su clan, le chilló sin percatarse de que tenía el micro abierto. Otro chaval de su clan, harto de oír y ver de qué manera la trataba, le charló por privado para preguntarle si se había dado cuenta de que la estaba maltratando. «Jugar on-line me enseñó que hay personas del otro lado, y en ocasiones esos ignotos son buena gente que procuran lo mejor para ti», agregaba.

«Siempre voy con prevención»

Esta oración me la afirmaba María Martín para finalizar su relato, y lanzaba un mensaje que todas y cada una de las mujeres entrevistadas me han hecho llegar de una forma o bien otra, aun aquellas que resaltaban historias positivas. Ante el interrogante de si estas experiencias habían marcado su forma de jugar on-line, todas y cada una de las entrevistadas respondieron afirmativamente. Al final, verte obligada a levantar barreras para no rememorar situaciones indeseables no deja de ser una variable que no debería ir ligada a jugar a juegos, entendido esto último como un acto de ocio y de disfrute.

¿Por qué razón te debes proponer si eres floja o bien enclenque en el momento en que te encaras a un entretenimiento en el que no te deberías consultar estas cuestiones personales? Con las historias que me cuentan las entrevistadas me cercioro (por el hecho de que no es nada novedoso) de que estas situaciones no son casos apartados, y ahí está el germen de mi malestar en el momento en que me pregunto por qué razón no juego on-line. En el momento en que nos lo preguntamos muchas de nosotras.

Si estas situaciones fuesen de veras casos apartados no existirían ideas como la que Tamara Morales sacó adelante hace unos meses con Play Safe, un servidor de Discord para mujeres y personas no binarias donde encontrar a personas con las que jugar de forma segura en línea. En menos de una hora el tweet de lanzamiento se había compartido más de cien veces (con su consecuente dosis de insultados buscando casito, eso que no falte). En la actualidad el servidor cuenta con cientos y cientos de mujeres que pueden organizarse para jugar partidas multijugador o bien sencillamente dialogar sobre sus experiencias y expresarse.

Al final, en el momento en que un colectivo debe buscar espacios seguros para desarrollar cualquier actividad con calma es cuando hay un inconveniente que se debe atajar. No deja de ser una pena que para jugar on-line sin que te hostiguen y agredan verbalmente por ser una mujer debas atrincherarte en los márgenes. El espacio habría de ser ocupado por todas y cada una de las personas, sin salvedad, y en esta línea circulan las reivindicaciones de cuentas que denuncian el acoso y la carencia de representación sufridos por las mujeres en el juego para videoconsolas, como feminismoen8bits.

Pero teorizar sobre realidades ideales acostumbra a ser fácil. Aguantar que te insulten por ser mujer cuando enciendes el micrófono y se escucha tu voz, no tanto.

Después de estas entrevistas no me siento más apacible mas sí más reafirmada en que, desgraciadamente, ese rechazo que siento frente a la idea de jugar on-line es algo más usual de lo que nos agradaría a muchas. No se me ocurre una forma de atajar el inconveniente alén de que cada persona se responsabilice de sus acciones individuales y dejemos de disfrazar la misoginia con tanto maquillaje. No tengo mucha esperanza en ello, mas espero animarme a jugar con mi amiga ciertas partidas si bien de primeras me muera de inseguridad.

De instante, comienzo Borderlands dos y me distraigo como hacía unas semanas que no me ocurría con un juego. A solas, eso sí. Proseguiré diciendo que soy una loba esteparia de los juegos, que tiene considerablemente más glamur. 

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