Desde el propio título, una alteración de “onírico” (que conforme define la Real Academia Española es “perteneciente o bien relativo a los sueños”), el nuevo juego de DevilishGames es una como una ensoñación que nos invita a meditar sobre quienes somos, y de qué forma nos mostramos ante el resto.
El protagonista es Prieto, un tipo inútil de rememorar quien es toda vez que amanece, y que además de esto, tiene el don, o bien maldición de volverse invisible si no consume gypsophila, la energía de una planta que le devuelve su luz y devuelve la ilusión para cumplir los sueños.
Mensajes con significados y paralelismos con la vida real, y a los que seguramente cada jugador hallará un sentido diferente, conforme lo que le haya tocado vivir. ¿Qué es para ti volverte invisible? ¿A qué equivale no rememorar nada con cada nuevo día?
Mensajes y telón de fondo aparte, como veremos en el análisis de Onirike, estamos frente a una aventura plataformera 3D con retrogusto a tradicional 3D de los noventa. En su desarrollo no faltan los rompecabezas, que nos aguardan en el propio entrecierro, como ciertas mecánicas originales que le dan un toque diferente.
La acción tiene sitio en un desvencijado planeta cuya estética remite a los tradicionales stop motion de Tim Burton (y bueno, de su obra generalmente), como pueda ser Frankenweenie, La novia cadáver, o bien la eterna Eduardo Manostijeras.
Este extraño sitio es hogar de no menos extraños personajes, como los payasos de un circo, con los que deberemos interaccionar para poder avanzar. Ciertos nos solicitarán algún objeto, a otros los deberemos proseguir para acceder a alguna zona nueva del mapa…
El juego se estructura como un “pequeño planeta abierto”, con pequeñas cargas al adentrarnos en ciertas zonas o bien fallecer. Unos puntos refulgentes nos acostumbran a señalar la senda a proseguir, por lo que perderse es complicado.
Como plataformas 3D, en Onirike no falta la exploración del entrecierro, en pos de nuevos caminos, ni las secciones de saltos puras y duras, en las que no falta ninguno de los tropos del género: plataformas móviles, que rotan sobre sí para hacernos caer…
Así, al lado de los objetivos que debemos ir cumpliendo, que son siempre y en toda circunstancia clarísimos, se intercalan rompecabezas de todo género, ciertos muy simples (pulsar unas losas en un orden, poner unas piedras sobre unos interruptores…) y ciertas mecánicas originales así como otras que no lo son tanto.
Es el caso de los segmentos de sigilo. Unos monstruos llamados devoradores de ánimas terminarán con nosotros de un solo roce, con lo que deberemos escondernos, ser veloces o bien volvernos invisibles, con el peligro que acarrea para evitarlas.
Además, para no perder los recuerdos, deberemos lograr las llamadas piedras del amanecer, que además de esto nos van a dar acceso a unas fases de vuelo en 3D que, salvando las distancias, nos han recordado a Nights into Dreams (además de por el tema onírico).
En estas fases recogemos semillas flotantes de gypsophila , que por su parte, juegan un papel esencial en nuestro regreso a suelo firme: podemos plantarlas donde queramos, para recobrar nuestra luz en puntos estratégicos del mapeado.
Y es que, de forma imparable, Prieto tiende a volverse invisible, y si pasa un buen tiempo en ese estado, termina desapareciendo y muriendo (y tras la pertinente carga, vuelta a comenzar desde el último checkpoint). De ahí que, recobrar su luz es una mecánica vital a lo largo de todo el juego.
Así las cosas, poner estas semillas en puntos clave del mapeado ayuda a que ciertas secciones del juego puedan resultar algo más accesibles (si bien tampoco es un juego exageradamente bastante difícil, conforme avanzamos medra el reto).
Hay cierta sensación de progresión al avanzar en la historia, puesto que logramos ciertas habilidades extra, y se marchan introduciendo nuevos elementos que abren nuevas posibilidades aun en el plataformeo, mas que no detallaremos para no destripar más de la cuenta.
Y si bien la historia, mensaje y fondo de Onirike nos han gustado, la verdad es que el juego adolece de varios males, cuando menos en Nintendo Switch, que es la versión que hemos probado.
El primero es el rendimiento: el juego se mueve a una tasa de frames no incesante, con petardeos y brusquedades acá y allá. No se torna injugable en ningún instante, mas afea el resultado final.
A esto asimismo ayuda la cámara, que tiene a centrarse de formas extrañas cuando Prieto se pone, por servirnos de un ejemplo, bajo plataformas giratorias. En ciertos casos puede ser desconcertante.
Por último, el control tiene algo de input lag, complicando en ciertas ocasiones que sepamos con precisión cuando saltar, algo que se antoja indispensable en un plataformas.
Del mismo modo, la estética, como hemos dicho, remite a la obra de Tim Burton, y consigue ser un juego con personalidad propia, que vas a reconocer con ver una imagen pasen los años que pasen. Y eso, no es una cosa que puedan decir muchos de los juegos que se lanzan todos los años.
El inconveniente es que no todo está al mismo nivel: si te atrae su estética, el diseño de personajes es bastante bueno, al tiempo que los ambientes tienden a ser un tanto irregulares, ciertos con detalles chulísimos y otros totalmente olvidables y sin personalidad.
Donde no podemos ponerle ni un mas es en el doblaje al castellano: la voz de la narradora, al cargo de Stela Muñoz, nos sumerge en este planeta tal y como si nos estuviesen contando un cuento, y lo hace de forma sobresaliente, y con una voz tan dulce como “adictiva”. Podéis escucharlo sobre estas líneas.
En terminante, Onirike es una aventura interesante en fondo y forma, y que se aúna a otros juegos con mensaje como Sea of Solitude, mas que tiene su peor contrincante en el apartado técnico, insistimos, cuando menos en Nintendo Switch.
No es un juego en especial largo (unas seis horas, quizás menos si no dedicas tiempo a explorar y vas “a saco”), mas si te atrae su mensaje y estética, deberías darle una ocasión.